El otro día llamé a Dios,
a cobro revertido por favor
susurré a media voz.
Y dime señor,
cuándo seré lo bastante mayor
para morir y que a nadie le sepa mal decir adiós.
Dime padre qué debo hacer para que digan se va el mejor,
y no sea verdad.
Que todos piensen perdedor
y a mi funeral solo vayan a preguntar qué dejó.
No me mientas,
di si no es cierto
que me hiciste para deshacer.
Perdona, hablo sólo de mí,
sé que tú también lo pasas mal.
Di, tienes tú un Dios al que llamar,
cuando no puedes dormir
y das vueltas a la cama,
para acabar con la cara
pegada a la pared.
A sentir el frío,
a saber que sigues vivo.
Confiesa que tienes miedo a la muerte.
A mí no me engañas
con todo ese cuento inmortal.
Sé que tú también te sientes solo
y vas al espejo a ser dos.
Se me hace tarde
y no te engañaré,
no creo mucho en ti,
así que dime la verdad,
¿Eres tú mi Dios,
o he vuelto a marcar mal?
Pero como siempre tres tonos
y saltó el contestador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario